miércoles, 15 de octubre de 2014

(Cinco leyes revolucionarias (extraído de La Historia me absolverá) Por Fidel Castro


Cómo considerar jurídicamente válida la traición de un tribunal cuya misión era defender nuestra Constitución?...Hay una razón que nos asiste más poderosa que todas las demás: somos cubanos y ser cubano implica un deber, no cumplirlo es crimen y traición.
Matar prisioneros indefensos y después decir que fueron muertos en combate, esa es toda la capacidad militar de los generales del 10 de marzo (...)
Queda todavía a la Audiencia un problema más grave: ahí están las causas iniciadas por los setenta asesinatos (de asaltantes del Moncada), es decir, la mayor masacre que hemos conocido; los culpables siguen libres con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos. Si no recae sobre ellos el peso de la ley, la mancha sin precedentes caerá sobre el Poder Judicial (...).."
Estas aseveraciones, acopiadas en las postreras hojas de su defensa un 16 de octubre de 1953, Fidel Castro se apropia del génesis de la imputación sin irresoluciones ante la ilegalidad.
Estos son algunos apartes de su discurso vigente en muchos aspectos: Queda todavía a la Audiencia un problema más grave: ahí están las causas iniciadas por los setenta asesinatos (de asaltantes del Moncada), es decir, la mayor masacre que hemos conocido; los culpables siguen libres con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos. Si no recae sobre ellos el peso de la ley, la mancha sin precedentes caerá sobre el Poder Judicial (...)...”
Con estas afirmaciones, recogidas en las últimas páginas de su alegato de defensa, pronunciado el 16 de octubre de 1953, Fidel Castro hacía suyo el principio de la denuncia sin vacilaciones ante la injusticia, a la vez que tendía su brazo a la solidaridad, que, empezando por lo que tenía más cerca, serviría de mástil a la bandera del internacionalismo encarnado por la Revolución que él mismo lideraría por más de medio siglo.
La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad de ejecutar y facultad de juzgar. Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: un gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a la Constitución y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, su colonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.
La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.
La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos en cuanto a bienes percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.
Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo.
La incoherencia entre los valores patrióticos y la sumisión de las burguesías latinoamericanas (extraído de La Historia me absolverá)

Se nos enseñó que el 10 de octubre y el 24 de febrero son efemérides gloriosas y de regocijo patrio porque marcan los días en que los cubanos se rebelaron contra el yugo de la infame tiranía; se nos enseñó a querer y defender la hermosa bandera de la estrella solitaria y a cantar todas las tardes un himno cuyos versos dicen que vivir en cadenas es vivir en afrenta y oprobio sumidos, y que morir por la patria es vivir. Todo eso aprendimos y no lo olvidaremos aunque hoy en nuestra patria se esté asesinando y encarcelando a los hombres por practicar las ideas que les enseñaron desde la cuna.