Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad la prensa nunca será otra cosa que mala. Albert Camus (1913-1960)
martes, 26 de abril de 2016
SOBRE LA VISITA DE OBAMA A CUBA
por Alejandro Iturbe
La reciente visita de Barack Obama a Cuba fue calificada como “histórica” por la prensa internacional: hacía casi 90 años que un presidente de EEUU no iba al país y, esencialmente, era la primera visita que se realizaba después de la revolución de 1959.
Raúl Castro recibió a Obama con honores
Obama fue recibido con todos los honores y el programa de recepción hasta incluyó un juego de béisbol (deporte muy popular en ambos países) entre el equipo de Miami y la selección cubana, al que Raúl Castro y Obama asistieron juntos.
Si bien no es la primera vez que ambos presidentes se reúnen (ya lo habían hecho en la reciente Cumbre de las Américas en Panamá), algunas imágenes impactan; especialmente la de Obama (el jefe del imperialismo estadounidense) en la Plaza de la Revolución de La Habana, con el marco de fondo de la gigantesca figura de hierro con el rostro del Che Guevara y las banderas cubana y estadounidense flameando juntas.
¿Cuál es el significado de esta visita? La respuesta a esta pregunta actualiza el debate iniciado en el seno de la izquierda cuando ambos países reanudaron relaciones diplomáticas el año pasado: ¿es un triunfo de la revolución que obligó a su “enemigo histórico” a reconocerla o es un nuevo paso de la entrega del país al imperialismo que la dirección castrista hace después de haber restaurado el capitalismo en el país, es decir, un triunfo del imperialismo?
La primera posición es sostenida por la corriente que hemos llamado castro-chavismo (acompañada por parte importante de la izquierda mundial), que sostiene que (luego de la restauración del capitalismo en Rusia y China) Cuba representa el “último bastión de socialismo” y sigue siendo, por lo tanto, la cabeza de la lucha antiimperialista. La segunda es defendida por la LIT-CI y algunas pocas organizaciones.
Creemos que esta visita aclara aún más un debate que ya estaba claro. Las declaraciones de Obama sobre que Cuba “ya no representa ninguna amenaza” y la propuesta de “ser socios” para los negocios (y, para ello, hay que acabar con el bloqueo comercial y de inversiones que EEUU impuso a Cuba hace décadas) no dejan lugar a ninguna duda: es un nuevo paso en la entrega del país al imperialismo y una nueva traición del castrismo.
Otro elemento muy importante es que toda la gran prensa mundial y los otros gobiernos imperialistas (por ejemplo, los europeos) apoyan y saludan este “acercamiento”, y que el Papa Francisco (y el Vaticano de conjunto) jugaron un papel central en todo el proceso. ¿Esta gente está apostando sus fichas contra sus propios intereses?
LOS ORÍGENES DE LA RUPTURA Y EL EMBARGO
Sin embargo, para explicar mejor nuestra posición, creemos necesario repasar brevemente la historia cubana moderna. Una historia que ha estado siempre muy ligada a EEUU desde la propia guerra de la Independencia, a finales del siglo XIX (fue la última de las colonias españolas americanas en independizarse), que se ganó con un apoyo abierto de la entonces gran potencia mundial emergente.
Como parte de la concepción que consideraba a América Central y el Caribe como “el patio trasero” de Estados Unidos, Cuba se transformó en una especie de “colonia de vacaciones” para todo un sector de la burguesía estadounidense. Y ese dominio colonial se expresó, a partir de 1940, en la dictadura de Fulgencio Batista.
En 1959, el Ejército Guerrillero del Movimiento 26 de Julio, encabezado por Fidel Castro (junto con su hermano Raúl y el Che Guevara), derroca a Batista y asume el poder. Este movimiento tenía un programa democrático, en el marco del sistema capitalista.
Pero, en la medida en que comienza a aplicar algunas medidas contra la burguesía cubana (como la reforma agraria) y otras que afectaban a empresas estadounidenses, los gobiernos de EEUU, primero con el presidente Dwight Eisenhower y luego con John F. Kennedy, comienzan a tener una política cada vez agresiva contra el nuevo régimen y a intentar derrocar al gobierno de Fidel Castro. Entre sus acciones podemos mencionar el derrotado intento de invasión a Bahía de los Cochinos (abril de 1961).
En respuesta a estas agresiones, el gobierno castrista comienza un proceso de expropiación de las empresas imperialistas y de la burguesía cubana (que huye masivamente a Miami).
Cuba se transforma así en el primer estado obrero de Latinoamérica, en el propio “patio trasero” del imperialismo estadounidense. Como resultado de esto (y de la aplicación de la economía planificada) no sólo deja de ser una semicolonia sino que el pueblo cubano logra conquistas importantísimas, como la eliminación del hambre y la miseria, y avances muy grandes en el terreno de la salud y de la educación. Es entonces, en 1962, que el gobierno de EEUU rompe relaciones diplomáticas y decreta un embargo comercial y de inversiones hacia Cuba.
Al mismo tiempo que reivindicamos estos grandes logros de la revolución, es necesario decir que la dirección cubana construyó un estado burocrático, sin democracia real para los trabajadores y las masas, según el modelo estalinista. Los trabajadores cubanos nunca dirigieron el gobierno cubano sino que lo hizo la burocracia del partido comunista cubano.
Además, la dirección castrista se mantuvo dentro del criterio del socialismo “en un solo país” propuesto por el estalinismo desde la segunda mitad de la década de 1920, en contra de la revolución socialista internacional propuesta por el marxismo desde el siglo XIX. Aquel modelo terminó fracasando y, tal como lo anticipara León Trotsky, condujo a la restauración capitalista en la URSS, Europa del Este, China y Cuba.
En la estructura económica de Cuba pasaron a tener una importancia central las relaciones comerciales con la URSS, que proveía petróleo barato y tecnología, y le compraba la producción azucarera, rama que se mantuvo como el eje de la economía cubana.
En su política internacional, luego de un primer amago de extender la revolución por la vía de impulsar los movimientos guerrilleros en otros países, se alineó de lleno con la política exterior de la URSS (la “coexistencia pacífica” con el imperialismo). Por eso, jugó un papel muy negativo al frenar el posible avance hacia la construcción de nuevos estados obreros en procesos similares al cubano, como ocurrió en Nicaragua en 1979, luego que el FSLN tomara el poder, y Fidel Castro, a quienes los sandinistas consideraban su dirección, los orientó a no avanzar hacia construir “una nueva Cuba en Nicaragua”. Contribuyó así a fortalecer su aislamiento dentro del continente americano.
LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA YA SE PRODUJO TAMBIÉN EN CUBA
La restauración del capitalismo y la caída de la URSS (a finales de los años ’80 e inicios de los ’90) significaron un duro golpe para la economía cubana que, como consecuencia, abrió el llamado “período especial”, lleno de privaciones para las masas. Es entonces cuando la dirección castrista define avanzar en la restauración del capitalismo en el país.
La definición del actual carácter de clase del estado cubano ha sido objeto de duras polémicas en el seno de la izquierda, en las últimas dos décadas. Como dijimos, para la corriente castro-chavista, Cuba sigue siendo el “último bastión de socialismo”. Otras corrientes, incluyendo muchas provenientes del trotskismo, analizan que hay un proceso restauracionista en curso y se oponen a él, pero dicen que todavía no ha dado un “salto cualitativo” y, por ello, Cuba continúa siendo un “estado obrero burocratizado”.
ara la LIT-CI y algunas otras pocas corrientes, la restauración capitalista ya se produjo y fue realizada por la propia dirección de los hermanos Castro. Los hitos principales de la restauración fueron:
La Ley de Inversiones Extranjeras de 1995 que creó las “empresas mixtas”, administradas por el capital extranjero. Las inversiones se dirigieron especialmente al turismo y ramas relacionadas pero luego se ampliaron a otros sectores, productos farmacéuticos, y, posteriormente, al petróleo.
Se eliminó el monopolio del comercio exterior por parte del Estado,ejercido hasta entonces por el Ministerio de Comercio Exterior: tanto las empresas estatales como las mixtas pueden negociar libremente sus exportaciones e importaciones.
El dólar se transformó, de hecho, en la moneda efectiva de Cuba, coexistiendo con dos monedas nacionales: una “convertible” en dólares y otra “no convertible”.
Se privatizó, de hecho, la producción y comercialización de caña de azúcar, a través de las “unidades básicas de producción cooperativa” (80% del área cultivada). Sus miembros no tienen la propiedad jurídica de la tierra pero se reparten las ganancias obtenidas. En 1994, comenzaron a funcionar los “mercados agropecuarios libres”, cuyos precios se determinan en el mercado.
A partir de estas medidas, la economía cubana dejó de funcionar alrededor de la planificación económica estatal y pasó a funcionar, aunque de modo distorsionado, alrededor de las leyes de la ganancia y del mercado.
Cuba dejó de ser un estado obrero y pasó a ser un país capitalista en rápido proceso de semicolonización. Existen numerosas empresas extranjeras funcionando en el país, especialmente españolas, italianas y canadienses, controlando sectores centrales de la economía (como el turismo y los famosos hoteles de la cadena española Meliá).
En este marco, la cúpula castrista se ha ido transformado en socia de los capitales extranjeros, garantizándoles sus negocios y, a la vez, enriqueciéndose con ellos a través de las empresas estatales y de su participación en las empresas mixtas.
La Ley de Inversiones Extranjeras aprobada en 2014 en la Asamblea Nacional de Cuba confirmó plenamente este análisis: es una legislación que libera el ingreso de capitales extranjeros y les da enormes facilidades impositivas (como la eximición del pago de impuestos por 8 años) y fortísimas garantías legales (no podrán ser expropiados).
La ley abrió todos los sectores de la economía a la inversión extranjera, salvo salud, educación y prensa.
Además, el gobierno de Raúl Castro está abriendo una enorme “zona franca” en el puerto de Mariel. Este puerto, financiado por el gobierno brasileño, es modernísimo y puede abrigar navíos de gran calado. Costó 1.000 millones de dólares y es parte de la apuesta cubana de ser parte de la ruta del comercio Asia-EEUU.
Como la otra cara de este plan, se da un proceso de deterioro cada vez mayor de las conquistas que se habían obtenido con la revolución en temas claves como salud, educación, garantía de empleo, libreta de suministros, y el despido de cientos de miles de empleados estatales, condenados a sobrevivir apenas como cuentapropistas. Mientras tanto, los trabajadors ganan salarios medios de 18 dólares y no tiene derecho a tener sindicatos libres.
SE CIERRA UN DEBATE DENTRO DE LA BURGUESÍA IMPERIALISTA
Desde la restauración del capitalismo en Cuba, se abrió un intenso debate dentro de la burguesía imperialista estadounidense. Por un lado estaba la burguesía gusana anticastrista residente en Miami, con fuertes lazos y mucho peso dentro del Partido Republicano, que ponía dos condiciones para reanudar relaciones con Cuba (y liberar el comercio y las inversiones): la caída del régimen castrista y la garantía de devolución de las propiedades expropiadas por la revolución.
Por el otro lado, diversos sectores, mayormente ligados a los demócratas pero también con expresión dentro de los republicanos, veían cómo se desaprovechaban excelentes posibilidades de negocios en un país tan cercano geográficamente, en áreas como turismo, finanzas, producción agraria, venta de productos industriales, etc. Esas oportunidades estaban siendo utilizadas por países europeos (especialmente España). De hecho, algunos ya “hacían trampa” a la legislación vigente en EEUU y realizaban inversiones “camuflados” detrás de empresas canadienses.
El debate tiene hoy una clara resolución: se reanudaron las relaciones diplomáticas y así se abre el camino de la liberación de las inversiones y el comercio. Es muy posible que Obama haya hecho un acuerdo con sectores de peso de esa burguesía anticastrista.
El propio Obama se comprometió con presentar al Congreso el pedido de derogación de la ley de bloqueo. Como muestra de que va a contar con el apoyo de un ala de la oposición, Marco Rubio, senador republicano por Florida (y ex precandidato presidencial republicano), de origen cubano, explicó que el acuerdo incluye la normalización de los vínculos bancarios y comerciales entre los dos países.
La insistencia de Raúl Castro en el fin del bloqueo no significa un “triunfo de la Cuba socialista” sino, por el contrario, la búsqueda de una oleada de inversiones imperialistas estadounidenses que profundizarán aún más el proceso de semicolonización que vive el país desde que el capitalismo fue restaurado. Las medidas que ahora se anuncian son también parte de una integración colonial de Cuba en la “globalización”.
El proyecto de los Castro es transformar a Cuba en una “pequeña China”, receptora semicolonial de importantes inversiones imperialistas estadounidenses a pocas millas de la costa de Miami. Y que esto sea hecho sin cambiar el régimen político, manteniendo la dictadura del Partido Comunista, sólo que ahora al servicio de administrar un país capitalista.
Y Obama le responde positivamente en ambos aspectos. Por un lado dice: “Queremos ser socios” (y todos sabemos lo que esto significa en boca del imperialismo). Por el otro: “El destino de Cuba lo deben definir los cubanos” y “aceptamos la existencia de dos sistemas diferentes”. En otras palabras, en tanto nos garanticen la entrega de Cuba, no cuestionaremos la dictadura de los Castro.
Las corrientes de izquierda que saludan este proceso como “una victoria de la revolución” están ayudando a disfrazar una realidad que tendrá severas consecuencias para el pueblo cubano (en realidad, ya las tiene). La LIT-CI no se suma a ese coro: opinamos que, lamentablemente, no fueron las décadas de lucha del pueblo cubano las que terminan con el bloqueo sino la restauración del capitalismo en la Isla. Este acuerdo beneficia al imperialismo y a la nueva burguesía cubana formada a partir del gobierno castrista.
Al mismo tiempo, en el resto del mundo, ayuda a confundir la lucha y quién es el enemigo. Después de Cuba, Obama visitó Argentina y se reunió con el presidente Macri. Por un lado, gran parte de la izquierda marchaba unificada, repudiaba a ambos, y quemaba la bandera yanqui. Por el otro, la ciudad estaba empapelada con carteles que decían OBAMA, TE AMAMOS. Rodeando la firma “Presidencia de la Nación” estaban las banderas de Argentina y Cuba. Se trata evidentemente de una maniobra de Macri pero, lamentablemente, se apoya en un hecho real: durante la visita a Cuba, los Castro también llevaron a su pueblo a decir “Obama, te amamos” (o por lo menos, “nos caes muy simpático”).
¿CUÁLES SON EL PROGRAMA Y LAS TAREAS ACTUALES EN CUBA?
El debate que estamos planteando tiene un segundo aspecto central: ¿qué tipo de régimen y gobierno encabezan hoy los Castro y cuál debe ser el programa de los revolucionarios frente a ellos?
Como hemos dicho, incluso en el período de existencia del Estado obrero cubano, los Castro y el PC cubano construyeron un régimen burocrático y represivo que impedía cualquier tipo de libertades democráticas para los trabajadores y las masas. Pero, durante todos esos años, ese régimen defendía las bases sociales del Estado obrero.
Posteriormente, fue ese mismo régimen el que restauró el capitalismo en el país y quien está garantizando el proceso de penetración imperialista. Tal como ya hemos dicho, alrededor de la cúpula castrista se ha ido conformando una nueva burguesía asociada a las inversiones imperialistas. La conclusión entonces es que ahora el régimen de los hermanos Castro es una dictadura o gobierno totalitario en un país capitalista, al servicio de la colonización económica del país.
Esta conclusión puede resultar chocante para la inmensa mayoría de los militantes de la izquierda, educados en la reivindicación y la defensa del que fue el único estado obrero de Latinoamérica, y del justo prestigio que los hermanos Castro (especialmente Fidel) habían ganado por encabezar esa revolución. Fuimos parte de esa generación y grandes admiradores y defensores de la revolución cubana. Pero, como marxistas, no podemos basar nuestros análisis y caracterizaciones, ni nuestra política, en razones sentimentales sino en los hechos de la realidad, por más crudos que ellos sean.
Si el análisis que hemos desarrollado es correcto (es decir, si Cuba se ha transformado en un país capitalista en acelerado proceso de colonización económica), surgen conclusiones esenciales sobre el programa que los revolucionarios deben levantar para el país. En primer lugar, el eje estratégico del programa es hoy la necesidad de que en Cuba se desarrolle una nueva revolución obrera y socialista que reconstruya las bases del estado obrero destruido por los Castro. Dentro de este programa, cobra una importancia central la lucha contra la dominación imperialista que ahora se acentuará con las inversiones yanquis, contra las medidas concretas que se aplican para facilitarla y sus consecuencias en el nivel de vida de los trabajadores y el pueblo cubano (por ejemplo, el despido de cientos de miles de trabajadores estatales, el deterioro de la salud pública o los bajísimos salarios). Ambos procesos nos llevan a chocar de frente y a luchar contra el régimen y el gobierno de los Castro.
En segundo lugar, si estamos frente a una dictadura en un país capitalista, un componente central del programa para Cuba es la lucha por las más amplias libertades democráticas para los trabajadores y las masas.
Por ejemplo, hoy en Cuba no existen sindicatos libres (sólo los “oficiales” que, de hecho, integran el aparato del Estado) que puedan luchar por salarios y condiciones de vida para los trabajadores (recordemos que el salario es, en la mayoría de los casos, de 18 dólares mensuales). Es un absurdo que la izquierda castro-chavista se posicione contra este derecho o en contra de que los trabajadores puedan hacer huelga contra esta situación.
Defendemos también el derecho a la libertad de formar partidos políticos que no sean el PC. Y, en esto, incluimos no sólo el derecho para partidos revolucionarios, como los que componen la LIT-CI, sino también para organizaciones reformistas como Podemos o Syriza. Para quienes nos acusan de defender libertades también para la burguesía, les respondemos que la burguesía imperialista ya tiene y tendrá todos los derechos de explotar a los trabajadores cubanos y obtener grandes ganancias en el país, por los acuerdos hechos por el gobierno castrista. No somos nosotros los que llamamos a saludar a Obama o a agitar banderas yanquis. Lo que defendemos es que las libertades sean para todos, en especial para que los trabajadores puedan luchar mejor contra esta explotación capitalista y contra la dictadura castrista. Y esta lucha sólo puede llevarse hasta el final, con el derrocamiento del régimen de los Castro.
Con respecto a la lucha antidictatorial y por las libertades democráticas para los trabajadores y las masas, podemos decir que la situación cubana es similar a la lucha que hubo en Egipto contra Mubarak, y ahora contra el régimen militar de conjunto, o contra Bashar al-Assad, en Siria. Para nosotros, la caída de la dictadura por la vía de la acción de las masas sería un paso adelante y abriría mejores condiciones para la lucha estratégica por una nueva revolución obrera y socialista. Al hacerlo, también estaremos dando la verdadera lucha contra el imperialismo yanqui, hoy aliado de los Castro.