Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad la prensa nunca será otra cosa que mala. Albert Camus (1913-1960)
miércoles, 8 de junio de 2016
Fidel y Raúl reaparecen juntos para ahuyentar fantasma "capitalista" en Cuba
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En una inusual imagen en los últimos años, Fidel y Raúl Castro reaparecieron juntos para dejar un solo mensaje: Cuba irá a un ritmo más lento y cauteloso del esperado en su apertura al mercado, tras su acercamiento con Estados Unidos.
Los hermanos Castro clausuraron con sendos discursos el Séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC, único) el mayor acontecimiento político de la isla que en teoría debe celebrarse cada cinco años.
Desde 2013 no se les veía juntos, y fue la primera vez que aparecieron para mostrarse como un solo puño frente a los cubanos tras la visita histórica de Barack Obama a La Habana, en la que el presidente estadounidense alentó de nuevo a cambios políticos y económicos en uno de los últimos bastiones del comunismo.
Emotivo, Fidel, a punto de cumplir 90 años, evocó su muerte y confió en la continuidad del legado comunista, y Raúl, sin ceder "jamás" al capitalismo, anticipó que los cambios seguirán conforme el consenso dentro del partido único.
Sin fracturas todavía visibles, el partido encara la resistencia de un sector de vieja guardia que no quiere que la tibia apertura iniciada por Raúl, de 84 años, en 2008 pueda terminar en concesiones al desterrado capitalismo.
Este congreso "ratificó el modelo de reforma económica gradual, lo que ofrece importantes ventajas al Partido Comunista", dijo a la AFP el analista cubano Arturo López-Levy, de la Universidad de Texas.
En su opinión, una lenta y medida apertura al sector privado y las inversiones extranjeras le da tiempo al partido de "cooptar los sectores emergentes y proceder con cautela en la ampliación (...) del sector no estatal".
La aparición de un pujante sector privado y la desideologización de la vida cotidiana, entre otros cambios, dividen a los simpatizantes del gobierno.
Por un lado, están los de "avanzada" que propugnan una flexibilización económica acompañada de apertura política y, del otro, los más ortodoxos que por recelo a la apertura pueden retrasar, desde sus puestos, la aplicación de las reformas.
Raúl ha insistido en el llamado a un "cambio de mentalidad" y acusado públicamente a "la burocracia" de la lenta y deficiente implementación de las reformas.
En un intento por evitar astillamientos en el comunismo, Fidel envió un mensaje: "Emprenderemos la marcha y perfeccionaremos lo que debamos perfeccionar, con lealtad meridiana y la fuerza unida".
Para asegurarse el control sobre las reformas, el Congreso decepcionó a quienes esperaban el relevo generacional al mantener en sus puestos a compañeros de Fidel y Raúl en la guerrilla de la Sierra Maestra.
"Raúl Castro ha actuado como un chofer defensivo. Ha proclamado el interés de ampliar y profundizar las reformas económicas en curso, pero también reafirmado el modelo gradual y cauto de las mismas", insistió López-Levy.
La continuidad, al menos hasta 2021, de esta vieja guardia opera como un amortiguador frente a los cubanos que pretendían un cambio más acelerado y profundo tras décadas de vigencia de un modelo centralizado de corte soviético y minado por el embargo estadounidense. El Estado todavía controla el 80% de la actividad.
Sin la generación histórica "nadie más tendrá sus credenciales revolucionarias que les permitan justificar los absurdos de las restricciones que enfrentan los cubanos", dijo ala AFP Paul Hare, exembajador británico en Cuba y profesor de la Universidad de Boston.
El fantasma de la restauración capitalista apareció como un freno a las reformas. "El reconocimiento de la existencia de la propiedad privada ha generado inquietudes", admitió Raúl.
El avance del empleo privado disparó las alarmas de algunos, pues ya alcanza el 30%, lo que significa que 1,4 millones de trabajadores ya no tienen al Estado como patrón.
De ellos, medio millón son trabajadores privados, 280.000 cooperativistas agrícolas y el resto campesinos privados.
Raúl llamó además a dejar los "eufemismos" y aceptar "la existencia de medianas, pequeñas y microempresas privadas" y que "no son por su esencia antisocialistas ni contrarrevolucionarias".
Pese a esta paulatina apertura, "muchos ahora han tenido su apetito despertado por el espíritu empresarial" y por lo tanto querrán "volver a conectar con sus familias estadounidenses. Estos apetitos no serán fáciles de suprimir", opinó Hare.