martes, 12 de julio de 2016

Defendiendo a Stalin del revisionismo soviético; Enver Hoxha, 1960

Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1960.




«Respecto a esta cuestión Stalin fue condenado grave e injustamente por el camarada Jruschov y el XXº Congreso. El camarada Stalin y su actividad no pertenecen solamente al Partido Comunista de la Unión Soviética y al pueblo soviético, sino a todos nosotros. Igual que el camarada Jruschov planteó en Bucarest que las divergencias existentes no son entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y el Partido Comunista de China, sino entre el Partido Comunista de China y el comunismo internacional, de la manera que se complace en decir que las resoluciones de los XXº y XXIº Congresos del Partido Comunista de la Unión Soviética fueron adoptadas por todos los partidos comunistas y obreros del mundo, así, de la misma forma, debió mostrarse más generoso y consecuente en juzgar los actos de Stalin, para que aquellas decisiones fueran adoptadas conscientemente por los partidos comunistas y obreros del mundo entero.
No puede haber dos balanzas y dos medidas para estas cuestiones. ¿Por qué el camarada Stalin fue condeado en el XXº Congreso sin que los otros partidos comunistas y obreros del mundo fueran consultados previamente? ¿Por qué ante los partidos comunistas y obreros del mundo se lanzó súbitamente el «anatema» contra Stalin, y muchos partidos hermanos se enteraron de esto sólo cuando el imperialismo hizo imprimir en gran cantidad el informe secreto del camarada Jruschov?
Al mundo comunista y al mundo progresista se le impuso, por el camarada Jruschov, la condena del camarada Stalin. ¿Qué podían hacer nuestros partidos en estas condiciones, cuando súbitamente, empleando la gran autoridad de la Unión Soviética, se les imponía así, en bloque, semejante cuestión?
El Partido del Trabajo de Albania se encontraba ante un gran dilema. No estaba, como por lo demás no estará jamás, convencido de la razón por la que se condenó al camarada Stalin de la manera y en la forma como lo hizo el camarada Jruschov. Si, en general, nuestro partido adoptó las formulaciones del XXº Congreso sobre esta cuestión, no se ajustó estrictamente a las limitaciones fijadas por él, ni cedió frente a los chantajes e intimidaciones que se le hacían desde el exterior.
El Partido del Trabajo de Albania se mostraba realista sobre la cuestión de Stalin, se mostraba justo y agradecido para con este glorioso marxista a quien, mientras vivió, nadie tuvo la «valentía» de criticar y a quien, después de muerto se le cubre de barro. Así se ha creado una situación intolerable tal que en toda una época gloriosa de la Unión Soviética, cuando fue erigido el primer Estado socialista en el mundo, fortalecida la Unión Soviética, vencidos con éxito los complots imperialistas, aplastados los trotskistas, los bujarinistas y los kulaks como clase; cuando se logró levantar la industria pesada y triunfó la colectivización, en una palabra, toda una época en que la Unión Soviética se convirtió en una gran potencia, edificó triunfalmente el socialismo, luchó con heroísmo legendario en la Segunda Guerra Mundial venciendo al fascismo, una época en que fue creado el poderoso campo socialista, etc., así pues en toda esta gloriosa época de la Unión Soviética se niegue el papel dirigente de Iósif Vissariónovich Stalin.
El Partido del Trabajo de Albania considera que no es justo, normal, ni marxista que el nombre y la gran obra de Stalin sean borrados de toda esa época, como se está haciendo. La obra inmortal de Stalin nos incumbe a todos defenderla. Quien no la defiende es un oportunista y un cobarde.
El camarada Stalin, por su papel personal y como dirigente del Partido Comunista de la Unión Soviética, fue al mismo tiempo el más eminente guía del comunismo internacional después de la muerte de Lenin; influyó positivamente y con gran autoridad en la consolidación y el desarrollo de las conquistas del comunismo en el mundo entero. Todas las obras teóricas del camarada Stalin son un vivo testimonio de su fidelidad a su maestro genial, el gran Lenin, y al leninismo.
Stalin luchó por los derechos de la clase obrera y de los trabajadores del mundo entero, luchó consecuentemente y hasta el fin por la libertad de nuestros países de democracia popular.
Viéndolo desde este punto de vista, Stalin pertenece a todo el mundo comunista y no solamente a los comunistas soviéticos, pertenece a todos los trabajadores del mundo y no sólo a los trabajadores soviéticos.
Si el camarada Jruschov y los camaradas soviéticos hubiesen enfocado la cuestión con este espíritu, los graves errores cometidos se hubieran evitado. Pero ellos consideraron de manera superficial la cuestión de Stalin, y únicamente según el punto de vista interno de la Unión Soviética. Más, a juicio del Partido del Trabajo de Albania, incluso desde este punto de vista han valorado unilateralmente la cuestión, han visto solamente sus errores pasando por alto casi toda su inmensa actividad, su gran contribución al fortalecimiento de la Unión Soviética, al temple del Partido Comunista de la Unión Soviética, a la edificación de la economía, de la industria y de la agricultura koljosiana, y a la dirección del pueblo soviético hacia la gran victoria sobre el fascismo alemán.
¿Ha tenido errores Stalin? Es inevitable que en un período tan largo, lleno de heroísmo, esfuerzos, luchas y victorias, hubiera también errores, no solamente personales de Iósif Stalin, sino también de la dirección soviética como órgano colectivo. ¿Qué partido, qué dirigente puede considerarse exento de errores en su trabajo? Cuando se dirigen críticas a la actual dirección soviética, los camaradas soviéticos nos aconsejan que miremos adelante, que dejemos a un lado la polémica, pero cuando se trató de Stalin, lejos de mirar adelante, miraron hacia atrás, muy atrás, para rebuscar solamente en los puntos débiles del trabajo de Stalin.
Desde luego, había que superar el culto a la personalidad de Stalin, pero, ¿acaso se puede decir, como se dijo, que Stalin era el artífice mismo de ese culto a la personalidad? El culto a la personalidad debía ser superado indiscutiblemente, pero ¿era acaso necesario y justo que se llegara al extremo de que quien mencionaba el nombre de Stalin era señalado inmediatamente con el dedo y quien citaba a Stalin era mirado con malos ojos? Algunos destruyeron con rapidez y diligencia las estatuas de Stalin y cambiaron los nombres de las ciudades bautizadas con el de Stalin. Pero, ¿por qué ir tan lejos? En Bucarest, el camarada Jruschov se dirigió a los camaradas chinos diciéndoles: «Se agarran ustedes a un caballo muerto, si quieren, vengan a llevarse también sus huesos». Todo esto lo decía refiriéndose a Stalin.
El Partido del Trabajo de Albania declara solemnemente que se opone a estos actos y a estas apreciaciones sobre la obra y la persona de Iósif Stalin.
Pero, camaradas soviéticos, ¿por qué se planteó esta cuestión de tal manera y en tal forma retorcida, cuando existía la posibilidad de que, tanto los errores de Stalin como los de la dirección, fueran señalados debidamente y rectificados sin que se produjera aquella gran conmoción en los corazones de los comunistas del mundo entero, los cuales no llegaron a estallar sólo debido a su espíritu de disciplina y a la autoridad de la Unión Soviética?»