Liga Internacional de trabajadores
Las palabras se quedan cortas. Ya no encontramos, todos aquellos que nos horrorizamos por los hechos de violencia contra mujeres y niñas que registran a diario las noticias del mundo, la palabra exacta que exprese nuestra profunda indignación. Se tuvo que usar la palabra “feminicidio” para designar el asesinato de mujeres por el solo hecho de serlo.
Pero cuando se trata no solo de ser mujer sino además una niña, ¿cómo diablos le decimos? Como diablos le decimos a esta barbarie que no solo nos mata sino que obliga a adolescentes que ni siquiera tienen conciencia de qué significa ser madre a serlo? Cómo diablos le llamamos al abuso sexual de niñas y adolescentes, silencioso, oculto y sistemático por parte de parientes (hombres) cercanos? Pues a ese “diablos” le decimos MACHISMO. Sí, así con mayúsculas, aunque esas 8 letras no logran tampoco expresar sus nocivos efectos reales.
Yuliana Samboní, una niña colombiana de la etnia indígena -Yanacona- del sur del país, de una familia desplazada por el conflicto armado, que tuvo que llegar a donde llegan los pobres, a los barrios marginales de los cerros de Bogotá, donde vive gente humilde pero buena, gente trabajadora, su padre es un humilde obrero de la construcción, uno de esos que peyorativamente llaman “albañil”. Fue secuestrada frente a su casa, el 4 de diciembre, mientras jugaba como corresponde a una niña de 7 años. Fue violada y asesinada en un lujoso apartamento del norte de la capital por un depravado burgués de 38 años, graduado en las universidades de los ricos y egresado del Gimnasio Moderno donde han estudiado casi todos los ex presidentes. Integrante de una familia burguesa, bien burguesa, de esas educadas en tomar lo que les da la gana, en comprar lo que les antoja, en humillar a aquellos que explotan, en hacer sentir que son ellos los que mandan, en chicanear con sus “conquistas sexuales”, en buscar la aventura para satisfacer su vanidad, en drogarse para obtener el éxtasis que su pobre vida espiritual les niega.
Ese arrogante burgués premeditó su aberrante acto, porque según las investigaciones, al parecer había intentado secuestrarla, dos veces. Este crimen es, no sé cuantas veces condenable, porque su familia y en especial su hermano, abogado de una “prestigiosa” firma, intentó ocultar el hecho manipulando la escena del crimen, lavando el cuerpo de Yuliana para borrar las evidencias, internando a su hermano en una clínica, por supuesto para ricos, con el objetivo de argumentar “trastorno mental” por sobredosis de cocaína. Afortunadamente la reacción de la familia de Yuliana y la solidaridad de los vecinos, de la población bogotana, los mítines y las manifestaciones, los comentarios por las redes sociales y la indignación generalizada, evitaron que Rafael Uribe Noguera y sus hermanos, hoy investigados, se salieran con la suya. Ya está preso a pesar de declararse inocente. ¡Qué descaro!
Su hermano Francisco Noguera salió a la luz pública cuando lo señalaron de ser el cerebro detrás de la creación de 27 empresas de papel para comprarles terrenos baldíos a campesinos pobres del departamento del Vichada, para luego transferirlos a la empresa Riopaila, uno de los ingenios azucareros más ricos del país. Una verdadera estafa a los campesinos pobres, orquestada por la firma de abogados Brigard & Urrutia de la que era socio.
Las víctimas en ambos casos son de los sectores más golpeados por el conflicto armado, los campesinos pobres y los indígenas. Y por esto este feminicidio-infanticidio produce más rabia, porque se trata de una familia que bien puede servir de símbolo de la moral y las costumbres de los poderosos no solo de Colombia sino del planeta. De esa clase social decadente: la burguesía que con personajes como el multimillonario y hoy presidente de EEUU Donald Trump, se ufanan de su racismo, de su machismo, de su xenofobia, de su poder para explotar, oprimir y humillar a los más pobres , los que con su fuerza de trabajo son los que realmente agrandan sus enormes fortunas. O de otros como el caso del “famoso y admirado” director de cine, Bertolucci quien después de muchos años y muertos ya los dos protagonistas de su famosa película El último Tango en París, admitió sin sombra de arrepentimiento que en una de las escenas de sexo él y Marlon Brando planearon la violación de María Schneider, la protagonista de 19 años, frente a las cámaras para que la reacción de humillación de ella fuera real.
Esta clase burguesa dominante y decadente, impone, extiende, arraiga, cultiva a través de sus instituciones, su poder, su cultura y sus costumbres, sus preceptos basados en de doble moral, en el vale todo y los legitima como si fueran la única forma en que puede vivir la humanidad.
Pero la reacción de los que ya no soportamos su sistema, su mundo explotador, opresivo, xenófobo, machista, racista, corrupto y destructor del planeta, se está haciendo sentir y exigimos el mayor castigo para los responsables, no queremos más impunidad. Seguirnos movilizando frente a cada atropello, combatir su moral de chiquero a cada paso, organizarnos en las fábricas, en los barrios, en las escuelas, en las universidades y combatir con coraje este sistema de horror es el camino que nos queda para transformar la rabia y la indignación en acción. Una acción que nos conduzca a cambiar de raíz este sistema, a construir otra sociedad basada en criterios de solidaridad, de igualdad, sin explotación, sin opresión. Sí hay otra forma en que puede vivir la humanidad y esa es el socialismo.