La corrupción se ha desbordado y
ya ni siquiera las cifras sirven para dimensionarla. Un informe de la
Procuraduría de octubre del año pasado la ubicaba en unos $22 billones, pero
algunos precandidatos presidenciales la estiman en $65 billones al año.
El tsunami que se está gestando
alrededor de las confesiones de Odebrecht, considerada una de las empresas más
grandes de infraestructura en el planeta, por el pago de sobornos para quedarse
con decenas de proyectos a lo largo de América Latina, vuelve a poner a la
corrupción en el radar de la opinión.
Al cierre de esta edición, además
de la vinculación del ex viceministro de Transporte Gabriel García y del
exsenador Otto Bula, se esperaba que fueran divulgados nuevos nombres y que se
‘prendiera el ventilador’ por parte del exfuncionario para revelar a dónde
fueron a parar los US$11 millones en coimas pagadas para ganar proyectos en
Colombia.
Los escándalos por corrupción no
se detienen. Hace apenas unos meses fueron las denuncias sobre la Refinería de
Cartagena, con sobrecostos millonarios, y de Bioenergy –la planta de etanol–,
que apenas está entrando en operación. Pero a diario las noticias incluyen
desfalcos, nuevos carteles y mafias enquistadas en las operaciones públicas y
privadas. Interbolsa, SaludCoop, los carteles que se han tomado la alimentación
escolar y los que están en productos de consumo masivo; el desangre en la
infraestructura de los Juegos Nacionales en el Tolima, las irregularidades en
algunos sistemas de transporte masivo, seguido de un etcétera enorme.(Para
saber cuánto le cuesta al país, no se pierda el video: Reficar y otros
escándalos que nos habrían ahorrado la tributaria)
La corrupción se ha desbordado y
ya ni siquiera las cifras sirven para dimensionarla. Un informe de la
Procuraduría de octubre del año pasado la ubicaba en unos $22 billones, pero
algunos precandidatos presidenciales la estiman en $65 billones al año.
Este nivel de recursos perdidos
genera una profunda indignación en la opinión, que pide a gritos sanciones,
resultados y la aplicación de las normas o la creación de unas nuevas para
hacerle frente a este flagelo. Además, esa furia se vuelve más evidente cuando
se conoce que quienes han liderado esos procesos son personas que han tenido
acceso a la mejor educación y formación; y empresas que hace apenas unos años
eran modelo de estrategia y crecimiento.
Pero el riesgo ahora es que la
efervescencia empiece a perderse con el paso de los días, pues se trata, sin
lugar a dudas, de uno de los temas claves para resolver en el futuro próximo en
Colombia.
La explicación es evidente, pues
parece que nadie ha dado con la clave para combatir y terminar con esta peste.
Según un informe del Observatorio de la Secretaría de Transparencia de la
Presidencia de la República, solo uno de cada cuatro corruptos paga cárcel, 25%
de los condenados queda con detención domiciliaria y el porcentaje de condenas
en firme no supera los dos años. La impunidad es el mejor aliado de la
corrupción.
La decisión del Fiscal, el
Procurador y el Contralor de hacer un frente común ante los hechos de
corrupción es fundamental en el ejercicio de recuperar la confianza en las
instituciones y en la Justicia, pero no es suficiente. Será necesario una
aplicación más radical de la ley, con normas disuasorias y preventivas, y el
mayor compromiso no solo de las entidades del Estado –como las autoridades
regionales de vigilancia, consideradas por algunos como cómplices en muchos de
los casos de corrupción– sino también del sector privado.
La corrupción es una peste para
el crecimiento, el desarrollo económico y la equidad. Se ha convertido en un
obstáculo para la economía colombiana, como lo han afirmado el Foro Económico
Mundial y el Consejo Privado de Competitividad, y ha sido uno de los factores
más problemáticos para hacer negocios en el país durante los últimos diez años,
pues “desestimula la inversión y el crecimiento económico, al tiempo que
aumenta los niveles de desigualdad, e incluso distorsiona los incentivos del
sector público, reduciendo su eficiencia”, dice el reciente Informe de
Competitividad del Consejo Privado.
Agrega el estudio que durante la
última década Colombia no ha logrado mejorar en el índice de percepción de la
corrupción de Transparencia Internacional, e incluso ha empeorado en temas como
favoritismo, control de la corrupción, desvío de fondos públicos, sobornos y
comportamiento ético del sector privado, entre otros.
De acuerdo con las cifras de
Transparencia por Colombia, para 83% de los colombianos la situación en vez de
mejorar está empeorando y la crisis se está profundizando.
Ad portas de la intensificación
de la campaña electoral por llegar a la Presidencia de la República, la
corrupción será ‘el caballo de batalla’ de la próxima elección presidencial.
Cada uno de los candidatos tendrá en su agenda fórmulas para enfrentar este
cáncer que se está llevando los recursos públicos y acabando la competencia en
la contratación pública.
Sin embargo, más allá de un
saludo a la bandera y de caer en la tentación de lugares comunes, el país
tendrá que asumir con mayor vigor y exigencia las fórmulas para enfrentar la
corrupción o, de lo contrario, nos ahogaremos, como lo mencionó recientemente
el periodista Juan Gossaín, en el apestoso pantano de podredumbre moral.
Fuente:
http://www.dinero.com/edicion-impresa/editorial/articulo/la-corrupcion-en-colombia-es-una-peste-editorial/241045