viernes, 10 de febrero de 2017

MÁS ALLA DE LA HABANA. VERDADERAS ALTERNATIVAS

Por. Jaime Araujo Renteria
El Consejo por la constituyente, miembro de la sociedad civil, quien es a su vez titular de la soberanía y del poder constituyente, observa con interés los acontecimientos nacionales e internacionales que afectan al pueblo colombiano y su futuro económico, social y político; mira positivamente, la iniciación del diálogo para la cesación del conflicto armado con el ELN y espera que uno de sus primeros frutos sea el cese bilateral del fuego. Observamos con preocupación que a pesar de que los rebeldes han manifestado que, durante todo el proceso, se harán acompañar de la sociedad civil, el gobierno, al instalar la mesa de diálogo, ha manifestado, que no está obligado por lo que decida la sociedad civil, con lo cual confirma, una vez más, su profundo desprecio por los derechos del pueblo colombiano; y constituye un pésimo antecedente, para los otros derechos que se discutirán en esa mesa, comenzando por los de las víctimas a la justicia, a la reparación, a la verdad y a la no repetición. El Consejo por la constituyente, estará acompañando ese proceso, mediante observadores nacionales e internacionales, expresando sus opiniones con toda libertad y autonomía, haciendo sentir nuestra voz, para señalar nuestras coincidencias y nuestras divergencias. Lo que sea ampliación de derechos y libertades democráticas lo apoyaremos, y lo que signifique vulneración, retroceso o privación de derechos, lo rechazaremos.
A pesar, de la buena disposición de los rebeldes en Quito, para ampliar la democracia económica y política en Colombia, la actitud opuesta del gobierno colombiano, para restringirla cada vez más; privando al pueblo colombiano de sus derechos políticos, sociales, económicos y culturales, impide que la cesación de este otro conflicto armado, se convierta en la verdadera paz con justicia social; y, obliga a la sociedad civil a proyectar su accionar más allá de los acuerdos de La Habana y más allá de los acuerdos de Quito. La sociedad civil ve con preocupación la estrategia de la oligarquía colombiana, de continuar dividiendo al pueblo colombiano, entre dos bloques cuyas diferencias en realidad son adjetivas, pues están unidas en lo fundamental: la defensa del modelo económico, que defienden por igual santos, Uribe y que las FARC también acepto y que esperamos que el ELN no acepte; la guerra sistemática contra los derechos del pueblo, tanto durante el gobierno de Uribe, del que hizo parte Santos y durante su propio gobierno; en borrar la diferencia que existe entre el delito político y delito común. Ambos gobiernos, han utilizado todas las formas de corrupción: que van desde formas descarnadas, hasta formas veladas y por lo mismo más perversa de corrupción, pues estas últimas son más difícil de identificar y combatir. Las descarnadas de Gabriel García Morales, Andrés Felipe Arias (Uribito), Jorge Noguera, más fácil de identificar y combatir, que la turbia, nublada y opaca, de la mermelada del gobierno, que corrompe a los políticos que a su vez han corrompido a sus electores y a una parte del pueblo colombiano: la mermelada del presidente santos, es la corrupción de los corruptos. Ambos gobiernos, financiados por contratistas corruptos, como odebrech o por los grupos económicos, que financian a los políticos, para que adopten medidas que los favorecen contra los intereses del pueblo o que impidan las que le perjudican.

La sociedad civil, está obligada a presentar una verdadera alternativa, que barra de una vez por todas las lacras que la agobian y quienes las encarnan. El árbitro supremo de la democracia, el pueblo colombiano, tiene que dejar de lado a Uribe y a Santos e ir más allá del acuerdo de La Habana, y por la actitud del gobierno del que se pueda lograr en Quito, para conseguir los derechos que éstos no contemplan. Pues no cambian el modelo económico, sino que lo perpetúa; no defiende la soberanía nacional. No le da a las víctimas de la violencia sus derechos a la verdad a la justicia a la reparación ni la garantía de no repetición; no le da los colombianos la verdadera paz con justicia social ni la paz con la naturaleza, no está la preservación del medio ambiente; la lucha contra la corrupción y el desempleo. Las Reformas agraria, urbana y del sistema financiero; la reforma del congreso, de la Justicia, de la educación y la salud. La redistribución de la riqueza y la lucha contra todas las formas de discriminación incluidas la sexual y la racial. Por culpa del gobierno, en los acuerdos de la Habana brillan por su ausencia la Libertad e igualdad de los colombianos y en los de Quito, ya los empañó cuando manifestó que no está obligado por lo que decida la sociedad civil; faltan la Creación del estado autonómico o federal; el derecho a la vivienda para todos, etc. No podemos dejar que estas ideas, en síntesis: Paz con justicia social y democracia política y económica, desaparezcan del debate social y político y por estas razones y por estos derechos, es que tenemos que ir más allá del acuerdo de La Habana, y ahora de de Quito, a debatirlos, antes durante y después del debate electoral, por fuera de este, dentro de las organizaciones sociales, en los lugares de trabajo, en la calle la plaza pública y a plasmarlos en una asamblea constituyente. Ese diálogo, incluido el que hagamos como observadores del proceso de Quito, tiene que pasar por el diseño de las nuevas instituciones que den más derechos al pueblo colombiano, para que este, no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.