Un agente controla la temperatura a las puertas de La Moneda, sede del Gobierno chileno.MARTIN BERNETTI / AFP (AFP |
Aunque Covid-19 es un choque adverso principalmente externo,
—como en Asia, Europa y EE UU— sus efectos negativos sobre las economías se
verán multiplicados por las medidas de aislamiento social requeridas para
reducir la intensidad del contagio del coronavirus además de los cambios de
comportamiento autoimpuestos con el mismo objetivo. País tras país han
introducido la suspensión de entrada de viajeros y cierre de escuelas, estadios
deportivos, sitios de entretenimiento, etc. Estas medidas ocasionan una caída
del consumo y la inversión internas y por lo tanto en la actividad económica y
los ingresos de las personas. Una manera de eventualmente limitar este efecto
es dar acceso masivo a la prueba que permita diagnosticar quien es portador del
virus y así poder implementar políticas de aislamiento focalizadas en lugar de
tener que aplicarlas a toda la población.
Es difícil determinar cuán profundo y prolongado será el
impacto económico de Covid-19. ¿Cuál es la capacidad que tienen los países para
responder a estos choques adversos? La responsabilidad principal debiera recaer
sobre la política fiscal. El problema es que los países de la región tienen
poco o nulo margen de maniobra fiscal. Si la pandemia alcanza niveles críticos
en América Latina (como lo hizo en Italia, Irán o Corea del Sur), los sistemas
de salud serán avasallados y se agotarán los recursos fiscales para evitar una
calamidad económica y social. El FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) y otros deben tomar nota y hacer que sus apoyos financieros
sean lo suficientemente generosos y, sobre todo, muy flexibles. No es momento de
exigir condiciones. Estos apoyos deben de permitir que los gobiernos puedan
llevar a cabo un nivel de gasto contracíclico y también un gasto focalizado en
sectores prioritarios como los servicios de salud y hacia los individuos más
vulnerables, tanto a la enfermedad como a sus consecuencias económicas. Entre
los primeros se encuentran —sobre todo— las personas de tercera edad. Y entre
los segundos están, además de este grupo, los que pierden empleo, los que
requieren apoyo para el cuidado de sus hijos y enfermos para poder seguir
trabajando y la población pobre en lo general, especialmente los niños y
jóvenes.