Por. Editson Romero Angulo
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Edición Especial – Sábado, 8 de Nisán, Año 33 d.C.
Sábado de Silencio: Jesús Permanece Sepultado; Autoridades Temen un Robo del Cuerpo
Jerusalén – La ciudad se sumerge hoy en un silencio denso y expectante, tras los dramáticos sucesos de ayer, cuando Jesús de Nazaret fue crucificado y sepultado. Este sábado, día de reposo, no se ha registrado actividad pública significativa, pero las tensiones entre las autoridades y los seguidores del nazareno permanecen latentes.
Según confirmaron voceros del Sanedrín, se han tomado estrictas medidas de seguridad en torno al sepulcro donde fue depositado el cuerpo de Jesús. Los principales sacerdotes y fariseos acudieron esta mañana ante el gobernador Poncio Pilato con una petición inusual: que se asegurara la tumba.
Temor de una “resurrección”
“Señor, recordamos que ese engañador dijo, estando aún en vida: ‘Al tercer día resucitaré’”, declararon ante el procurador romano. “Ordena, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, lo roben y digan al pueblo: ‘Ha resucitado de entre los muertos’.”
Pilato respondió secamente: “Tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.”
Desde entonces, una patrulla de soldados romanos ha sido apostada frente a la tumba, propiedad de José de Arimatea, donde una gran piedra ha sido sellada con los emblemas imperiales para evitar cualquier intento de alteración.
Los discípulos, escondidos
Fuentes cercanas a los seguidores de Jesús afirman que la mayoría se encuentra dispersa y escondida por temor a ser perseguidos. Solo unas pocas mujeres fueron vistas de lejos durante la crucifixión, y se cree que ellas podrían intentar volver al sepulcro una vez pasado el sábado, para terminar los ritos funerarios que no se pudieron completar antes del inicio del día de reposo.
Ambiente tenso y contenida expectativa
El clima en Jerusalén es extraño. Por un lado, se respira la solemnidad del Shabat, pero por otro, se percibe la inquietud entre el pueblo, que aún murmura sobre los signos que ocurrieron al morir el nazareno: la oscuridad repentina, el temblor de tierra, el velo rasgado en el Templo. Algunos aún temen que su historia no haya terminado.