Por. Editson Romero Angulo Periodista
En el video muestra los esfuerzos y luchas de nuestras y cundinamarquesas para lograr objetivos que se convierten en ayudar a otros.
https://www.youtube.com/watch?v=SrYISzotzgs&t=117s
"A veces, el cuidado no está en la medicina, sino en la mirada que sostiene al otro cuando todo parece quebrarse."
Era martes, y la lluvia golpeaba suave los
ventanales del pabellón. Don Ernesto, un campesino de 72 años, había ingresado
por una insuficiencia respiratoria. Su cuerpo estaba agotado, pero sus ojos aún
guardaban la fuerza de quien ha labrado tierra toda la vida. Yo estaba de turno
en la unidad de medicina interna, y desde el primer momento sentí que su
presencia traía algo más que enfermedad: traía historia.
Los primeros días fueron duros. Don Ernesto no
hablaba mucho, apenas asentía cuando le preguntábamos algo. Le dolía más la
distancia de su finca que el oxígeno que le costaba respirar. Me senté junto a
él una tarde, mientras le aplicaba la terapia nebulizada, y le pregunté por sus
cultivos. Me habló de sus tomates, de su perro "Chispa", y de cómo el
silencio de la montaña le hacía falta. Ese día, por primera vez, sonrió.
🧡 El cuidado como vínculo
Comencé a llevarle pequeñas cosas: una hoja de eucalipto, una foto de un paisaje rural que encontré en una revista. Cada gesto parecía devolverle algo de sí mismo. Yo también cambié. Dejé de ver a los pacientes como casos clínicos y empecé a sentirlos como relatos vivos. Con Don Ernesto aprendí que el cuidado es también memoria, que sanar no siempre significa curar, sino acompañar.
Una
mañana, mientras le tomaba la presión, me dijo: "Usted me ha devuelto
las ganas de volver a mi tierra. No sabía que en un hospital se podía sentir
cariño." Me quedé en silencio. Sentí una mezcla de gratitud y
responsabilidad. Porque sí, el cariño también sana.
🌿 Reflexión final
Don
Ernesto fue dado de alta dos semanas después. Me dejó una carta escrita a mano,
con letra temblorosa: "Gracias por cuidarme como si fuera su abuelo.
Aquí aprendí que la salud también se cultiva con afecto."
Desde
entonces, cada vez que entro a una habitación, me pregunto qué historia hay
detrás del dolor. Porque en Cundinamarca, entre montañas y hospitales, también
florecen vínculos que transforman.