Por Editson Romero Angulo, cronista en campo
Desde temprano, los equipos de Cundinamarca se mueven como una sola fuerza.
En cada pase, cada bloqueo, cada gol, hay algo más que técnica: hay comunidad.
Me acerco a la cancha de fútbol sala y veo al equipo femenino del Colegio
Departamental Alfonso López Pumarejo de Cachipay. Sus rostros reflejan
concentración, pero también alegría. Cuando anotan el gol que las clasifica, no
celebran con saltos individuales, sino con un abrazo colectivo que parece
envolver a todo el municipio.
Voleibol con alma de montaña
En otra cancha, los chicos de la I.E.D. Hernán Vargas Carrillo de Tocaima se
imponen con fuerza y estrategia en voleibol masculino. Sus saques son precisos,
sus bloqueos firmes. Pero lo que más me impacta es cómo se miran entre ellos:
con confianza, como si supieran que están escribiendo una página importante
para su colegio y su pueblo.
Una delegación que se multiplica en sueños
Freddy Espinosa, subgerente técnico de Indeportes Cundinamarca, camina entre los equipos con una sonrisa que no disimula el orgullo. “Más de 350 deportistas nos representarán en Cali. Vamos por más que el sexto lugar del año pasado”, me dice mientras observa el marcador final de fútbol juvenil. El Colegio Albert Einstein de Mosquera acaba de ganar. Los chicos se abrazan, algunos lloran. No por tristeza, sino por la emoción de saber que van a la final nacional.
Juventud que inspira
Melgar se despide, Cali espera
Mientras cae la tarde, los equipos se reúnen para la foto oficial. Hay
banderas, hay cantos, hay promesas. Yo me quedo unos minutos más, observando
cómo los buses se llenan de jóvenes que llevan en sus mochilas más que
uniformes: llevan el peso simbólico de representar a Cundinamarca. Y lo hacen
con dignidad, con garra, con alegría.
La final nacional en Cali será otra historia. Pero esta, la de Melgar, ya
quedó grabada en la memoria de quienes la vivimos. Porque aquí, el deporte fue
más que competencia: fue territorio en movimiento.