🏛️ Entrega 3: “La derecha nacionalista: patria, frontera y exclusión”

Editson Romero Angulo

Periodista

Introducción histórica



A comienzos del siglo XX, el nacionalismo se convirtió en una fuerza política que redefinió la derecha. Ya no bastaba con conservar el orden: había que defender la nación como un cuerpo homogéneo, amenazado por lo “externo” y lo “diferente”. Esta visión exaltó símbolos patrios, fronteras rígidas y discursos de pureza cultural.

En América Latina, el nacionalismo de derecha se expresó en políticas de exclusión, militarización de la identidad y persecución de minorías.





Crónica territorial: “La frontera como trinchera”

Región del Catatumbo, frontera colombo-venezolana, 1935.

En el caserío de La Esperanza, los habitantes vivían entre dos banderas. Un decreto nacionalista ordenó cerrar la escuela binacional, clausurar el mercado comunal y exigir juramento de lealtad a la “patria indivisible”.

Los niños dejaron de aprender en dos idiomas. Los comerciantes fueron acusados de “traición económica”. El escudo comunal fue reemplazado por uno oficial, y el altar del pueblo recibió una placa con la inscripción: “Primero la patria, luego el prójimo”



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🗣️ Entrevista crítica: “La nación como exclusión”

Entrevistado: Jorge Eliecer Rangel, historiador fronterizo.


Editson Romero:
Jorge Eliecer, gracias por aceptar esta conversación. Empecemos por lo esencial: ¿Cómo se transforma el concepto de nación en los márgenes fronterizos?

Jorge Eliecer Rangel: Gracias a ti, Editson. En la frontera, la nación deja de ser una idea abstracta y se convierte en una imposición concreta. El nacionalismo de derecha convierte ese límite geográfico en una trinchera simbólica. En lugar de ser un espacio de encuentro, se vuelve un muro. La patria se impone como dogma, y todo lo que no encaja es expulsado.

Editson: ¿Qué papel juegan los símbolos patrios en esa exclusión?

Jorge Eliecer: Son herramientas de legitimación. El escudo, el himno, la bandera... se usan para marcar quién pertenece y quién no. En muchos pueblos fronterizos, he visto cómo se clausuran escuelas binacionales, se reemplazan escudos comunales por emblemas oficiales, y hasta los altares reciben placas con inscripciones como “Primero la patria, luego el prójimo”. Es una instrumentalización de la fe y la cultura para justificar la exclusión.

Editson: ¿Y qué sucede con la memoria comunitaria en ese contexto?

Jorge Eliecer: Se fragmenta. La memoria compartida entre pueblos hermanos se borra o se criminaliza. Los comerciantes son acusados de “traición económica”, los niños dejan de aprender en dos idiomas, y los relatos de convivencia se sustituyen por discursos de pureza cultural. Es una forma de violencia simbólica que desarticula el tejido social.

Editson: ¿Podríamos decir que la frontera se convierte en un laboratorio de exclusión?

Jorge Eliecer: Exactamente. Lo que en el centro del país se presenta como patriotismo, en la frontera se vive como vigilancia, censura y desarraigo. La escuela cerrada no es solo un edificio clausurado: es el cierre al diálogo. El altar con la placa patriótica no es solo decoración: es una declaración de guerra simbólica contra el prójimo.

Editson: ¿Qué alternativas ves desde la historia y la pedagogía?

Jorge Eliecer: Recuperar la memoria compartida. Reabrir espacios binacionales, resignificar los símbolos, y sobre todo, narrar desde la frontera. La historia no debe servir para justificar muros, sino para construir puentes. Y tú lo sabes bien, Editson: la pedagogía territorial puede ser una herramienta poderosa para eso.

Editson: Gracias, Jorge Eliecer. Esta entrevista no solo denuncia, también propone. Que la frontera vuelva a ser un lugar de encuentro.

 


“El nacionalismo de derecha convierte la frontera en una trinchera. En lugar de ser un espacio de encuentro, se vuelve un muro simbólico. La patria se impone como dogma, y todo lo que no encaja es expulsado.”

🔍 Análisis simbólico

La derecha nacionalista utiliza el escudo, el himno y la frontera como símbolos de unidad excluyente. La escuela clausurada representa el cierre al diálogo. El altar con la placa patriótica revela cómo la fe se instrumentaliza para justificar la exclusión.