Crónica: El turno de Julián — una jornada en la Bogotá de la renuncia silenciosa

Por. Editson Romero Angulo

Periodista productor de contenidos informativos


Son las 6:15 a.m. y Julián se ajusta el chaleco gris con el logo de la empresa de mensajería donde trabaja desde hace tres años. No hay entusiasmo en su gesto, solo rutina. A sus 34 años, forma parte del 54,9 % de personas entre 29 y 49 años que, según el estudio “Renuncias silenciosas en Bogotá: una mirada a la desmotivación en el trabajo”, están emocionalmente desconectadas de sus labores

Julián no ha renunciado. Pero tampoco se siente parte de nada. “Uno viene, cumple, pero ya no sueña con crecer aquí. Solo toca seguir”, dice mientras revisa la ruta del día. Su contrato es verbal, como el de casi una tercera parte de quienes tienen vínculo laboral en Bogotá sin documento escrito. No tiene afiliación a seguridad social ni garantías de estabilidad. Vive en Bosa y trabaja en Chapinero, cruzando la ciudad cada día sin saber si mañana seguirá en el mismo puesto.

El estudio del Observatorio de Desarrollo Económico de Bogotá revela que 965 mil personas están en situación de renuncia silenciosa, es decir, siguen en sus empleos, pero con bajo compromiso emocional y productivo Este fenómeno afecta al 22,9 % de la población ocupada y se concentra en sectores como comercio, reparación de vehículos, salud, educación y transporte


Julián pertenece a ese 71,2 % de trabajadores informales que muestran señales de desmotivación. “No es que uno no quiera trabajar, es que no ve para qué. No hay futuro aquí”, comenta mientras entrega un paquete en una oficina del centro. Su jornada sigue entre semáforos, escaleras y llamadas que exigen rapidez, pero no ofrecen reconocimiento.

A mediodía, almuerza solo en una esquina. No hay comedor ni subsidio. “Antes uno pensaba en estudiar, en mejorar. Ahora solo pienso en llegar a la casa sin que me roben la moto”, dice. El estudio señala que tres de cada cuatro personas que desean cambiar de empleo lo hacen para aprovechar mejor sus capacidades, no solo por dinero Julián estudió contabilidad técnica, pero nunca ha podido ejercer.

La renuncia silenciosa, según el informe, no es una decisión individual sino un síntoma colectivo de precariedad. El modelo laboral que no garantiza estabilidad ni desarrollo está generando una ciudad menos productiva y más desconectada. “Si queremos una Bogotá más comprometida, debemos construir empleos donde las personas puedan proyectar su vida y no solo sobrevivir en ella”, afirma Pilar Torres Alvarado, subdirectora de Estudios Estratégicos de la Secretaría de Desarrollo Económico.

A las 6:45 p.m., Julián regresa a casa. No hay quejas, pero tampoco esperanza. Su jornada termina como empezó: en silencio. No ha renunciado, pero tampoco está presente. Como él, casi un millón de bogotanos viven en esa frontera invisible entre el trabajo y el desencanto.

Fuente:
Estudio completo del Observatorio de Desarrollo Económico de Bogotá Observatorio de Desarrollo Económico