Por. Editson Romero Angulo
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Una infancia diferente
Lena no
conoció la soledad. Desde sus primeros días fue acogida en un entorno donde los
ladridos y los maullidos eran parte de su arrullo. La cabrita aprendió a correr
detrás de los perros y a dormir junto a los gatos, generando escenas que
parecen sacadas de un cuento infantil.
El poder de lo inesperado
Más allá de la anécdota
Especialistas
en comportamiento animal señalan que este tipo de convivencia refuerza la idea
de que los vínculos afectivos no dependen únicamente de la especie, sino de la
interacción y el cuidado compartido. Lena es, en ese sentido, un símbolo de
integración y armonía.
Si una cabrita puede crecer feliz entre perros
y gatos, ¿qué nos impide a los humanos aprender de su ejemplo?