El presidente llama a la unidad en torno a la fraternidad y convoca a oponerse al oportunismo político
Por Editson Romero Angulo
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Este artículo analiza el discurso del presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro Urrego, pronunciado tras el consejo de seguridad convocado a raíz del atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay. Se argumenta que el presidente hace un llamado explícito a la unidad nacional, a la defensa de la vida y la democracia, al tiempo que denuncia el oportunismo político de ciertos sectores que instrumentalizan el atentado con fines partidistas. El discurso no solo es una respuesta institucional al acto violento, sino también una intervención crítica frente a la politización del conflicto.
Este artículo examina dicho discurso desde una perspectiva argumentativa y contextual, con el propósito de identificar los recursos retóricos y políticos que emplea el presidente para cohesionar a la sociedad frente a la amenaza del terrorismo, al tiempo que denuncia la manipulación discursiva de algunos actores políticos.
1. El llamado a la unidad y la fraternidad
Uno de los ejes centrales del discurso de Gustavo Petro fue el llamado a la unidad nacional. El presidente, consciente de que los ataques contra líderes políticos, sin distinción ideológica, amenazan la democracia, enfatizó que "la vida debe estar por encima de cualquier diferencia política". Esta afirmación implica una reafirmación de los valores democráticos en un momento de crisis.
Petro utilizó una estrategia discursiva incluyente al referirse al senador Uribe como “un contradictor político con el que compartimos la defensa de la vida”. Esta formulación no solo humaniza al opositor, sino que también enfatiza que la violencia política afecta a todo el espectro democrático. La apelación a la fraternidad tiene una función reparadora: busca restablecer un mínimo común ético frente a la barbarie.
Este enfoque se enmarca en una tradición de discursos presidenciales en contextos de crisis, donde el jefe de Estado adopta un rol integrador. Al asumir una postura de solidaridad con el senador, el presidente trasciende las divisiones ideológicas y se posiciona como garante de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.
El presidente señala que, en lugar de sumarse a la condena colectiva del acto violento, ciertos sectores prefieren propagar discursos que culpan al gobierno sin evidencia, o que sugieren la connivencia del Estado con grupos armados. Petro rechaza esta manipulación y reitera que la lucha contra los violentos es una causa común, no un campo de disputa partidaria.
Desde una perspectiva argumentativa, el discurso opone dos lógicas: la de la unidad frente al terror, y la de la instrumentalización política del mismo. El presidente defiende la primera como un imperativo ético y democrático, mientras que la segunda es mostrada como una desviación interesada y peligrosa.
Al mismo tiempo, Petro denuncia el uso oportunista del atentado por parte de actores que buscan sacar rédito político del dolor ajeno. Esta dualidad —llamado a la fraternidad y crítica al oportunismo— es central para comprender el carácter del discurso: no es solo un pronunciamiento de condena, sino una intervención política que busca restablecer los límites del debate democrático.
En tiempos de crisis, la palabra presidencial no puede ser neutra. Al contrario, debe ofrecer claridad moral, dirección política y un llamado a la responsabilidad colectiva. En este sentido, el discurso de Petro se inscribe dentro de una tradición de liderazgo que, sin negar la confrontación democrática, exige preservar la vida y rechazar la violencia como lenguaje de la política.