Por:Por: Albert Camus,
Tres meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial. el articulo fue censurado por las autoridades coloniales francesas. Este texto inédito fue recuperado, “exhumado”, por la periodista Macha Séry de los archivos de ultramar en Aix-en-Provence, Francia. A mediados de marzo del 2012 fue publicado por el diario francés Le Monde.
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EL HUMANITARIO
PERIODISMO LIBRE E INDEPENDIENTE
Hoy día es difícil evocar la
libertad de prensa sin ser tachado de extravagancia, acusado de Mata-Hari, sin
verse culpado de ser el sobrino de Stalin.
Este articulo fue publicado el 25 de noviembre de 1939 en el diario Soir républicain Argel, en el que Albert Camus era redactor en jefe en esa época. |
Sin embargo esta libertad no es
más que una de las muchas caras de la libertad a secas, y comprenderemos
nuestra obstinación por defenderla cuando nos demos cuenta de que no hay otra
forma de ganar realmente la guerra.
Cierto, toda libertad tiene sus
límites. Todavía falta que sean abiertamente reconocidos. Acerca de los
obstáculos que son impuestos actualmente a la libertad de pensamiento, por
cierto, hemos dicho todo lo que pudimos decir; y diremos todavía, a saciedad,
todo lo que nos sea posible decir. En particular, nunca nos sorprenderemos lo
suficiente una vez impuesto el principio de censura, que la reproducción de
textos publicados en Francia y autorizados por los censores metropolitanos sea
prohibida en el Soir républicain, por ejemplo. Respecto a esto, el hecho de que
un periódico dependa del humor o la capacidad de un hombre demuestra mejor que
nada el grado de inconciencia al que hemos llegado.
Uno de los buenos preceptos de
una filosofía digna de ese nombre es el de jamás regodearse en lamentaciones
inútiles frente a un estado de las cosas que ya no puede más ser evitado. La
cuestión en Francia hoy ya no es saber cómo preservar la libertad de prensa.
Sino buscar cómo, frente a la supresión de esa libertad, un periodista puede
permanecer libre. El problema no interesa más a la colectividad. Concierne al
individuo.
Y justamente lo que nos gustaría
definir aquí son las condiciones y los medios por los cuales, en el seno mismo
de la guerra y sus ataduras, la libertad puede ser no solamente preservada sino
incluso manifestada. Tales medios son cuatro: la lucidez, el rechazo, la ironía
y la obstinación. La lucidez supone la resistencia al adiestramiento del odio y
al culto de la fatalidad. Dentro del mundo de nuestra experiencia, está claro
que todo puede ser evitado. La guerra misma, que es un fenómeno humano, puede
ser en todo momento evitada o detenida por medios humanos. Es suficiente
conocer la historia de la política europea de los últimos años para estar
convencidos que la guerra, cualquiera que ésta sea, tiene causas evidentes.
Esta visión clara de las cosas excluye al odio ciego y la desesperanza que deja
hacer. Un periodista libre, en 1939, no desespera y lucha por lo que cree
verdadero como si sus acciones pudieran influir sobre el curso de los
acontecimientos. No publica nada que pueda incitar al odio o provocar la
desesperanza. Todo ello está en su poder.
Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad la prensa no sera otra cosa más que mala. Albert Camus ( 1913 -1960) |
Frente a la marea ascendente de
la estupidez, es igualmente necesario oponer algunos rechazos. Todos los
obstáculos del mundo no harán que una mente suficientemente limpia acepte ser
deshonesta. Así, y por poco que conozcamos el mecanismo de la información, es
fácil verificar la autenticidad de una noticia. Es en esto que un periodista
libre debe poner toda su atención. Porque, si no puede decir todo aquello que
piensa, le es posible no decir lo que no piensa o lo que cree falso. Y es así como un periódico libre se modera
tanto en lo que dice como en lo que calla. Esta libertad completamente negativa
es, por mucho, la más importante de todas, si sabemos mantenerla. Porque por
medio de ella se prepara el avenimiento de la verdadera libertad. En
consecuencia, un periódico independiente revela sus fuentes, ayuda al público a
evaluarlas, repudia la manipulación, suprime la calumnia, mitiga por medio de
comentarios la homogeneización de la información y, en breve, sirve a la verdad
en la medida humana de sus fuerzas. Esta medida, por relativa que sea, le
permite al menos rechazar lo que ninguna fuerza en el mundo podría hacerle
aceptar: servir a la mentira.
Así llegamos a la ironía.
Pongamos que en principio un espíritu que tiene el gusto y los medios de
imponer la censura es inmune a la ironía. No vemos a Hitler, por tomar un
ejemplo entre otros, utilizando la ironía socrática. Eso es porque la ironía
persiste como un arma sin precedentes contra los más poderosos. Ella
complementa al rechazo en el sentido de que permite no solo refutar lo que es
falso sino con frecuencia decir lo que es verdad. Un periodista libre, en 1939,
no se hace demasiadas ilusiones sobre la inteligencia de aquellos que lo
oprimen. Es pesimista en lo que respecta al hombre. Una verdad enunciada en
tono dogmático es censurada nueve de diez veces. La misma verdad dicha
complacientemente sólo cinco de diez. Esta disposición dibuja con exactitud
suficiente las posibilidades de la inteligencia humana. De la misma manera
explica que periódicos franceses como Le Merle o Le Canard enchaîné pudieran publicar regularmente los valientes
artículos que conocemos. Un periodista libre, en 1939, es necesariamente
irónico, aunque sea a menudo a su pesar. Pero la verdad y la libertad son
amantes exigentes ya que tienen pocos adoradores.
Es evidente que esta actitud del
espíritu brevemente definida no sabrá sostenerse eficazmente sin un mínimo de
obstinación. Muchos obstáculos son impuestos a la libertad de expresión. Y no
son los más severos que puedan desmotivar el espíritu. Porque las amenazas, el
veto, las persecuciones en Francia generalmente obtienen el efecto contrario al
que se proponen. Pero hace falta acordar que hay obstáculos desalentadores: la
constancia en la necedad, la apatía organizada, la ignorancia agresiva, por
sólo mencionar algunos. Ahí está el gran
obstáculo a superar. La obstinación es aquí virtud cardinal. Por una paradoja
curiosa pero evidente, ella se pone entonces al servicio de la objetividad y la
tolerancia.
He aquí un conjunto de reglas
para preservar la libertad hasta en el seno de la esclavitud. ¿Y luego?,
diríamos. ¿Después qué? No nos apresuremos. Si solamente cada francés quisiera
mantener dentro de sus intereses todo lo que cree verdadero y justo, si
quisiera ayudar con su humilde contribución al mantenimiento de la libertad,
resistir el abandono y dar a conocer su voluntad, entonces y solo entonces esta
guerra sería ganada en el sentido más amplio de la palabra.
Sí, es a su pesar que un espíritu
libre de este siglo da a conocer su ironía. ¿Qué hay de placentero en este
mundo en llamas? Sin embargo la virtud del hombre es mantenerse de pie frente a
todo lo que lo niega. Nadie quiere repetir dentro de 25 años la doble
experiencia de 1914 y 1939. Por lo tanto hace falta probar un método totalmente
novedoso como la justicia y la generosidad. Pero éstas sólo se expresan en los
corazones de antemano libres y en las mentes clarividentes. Formar esos
corazones y esas mentes, despertarlos, mejor dicho, es la labor a la vez
modesta y ambiciosa que corresponde al hombre independiente. Solo falta
llevarla a cabo sin mirar más al pasado. La historia dará o no cuenta de estos
esfuerzos. Pero habrán sido hechos.
Tomado de:
Traducción: Carlos Rodríguez
http://www.lemonde.fr/afrique/article/2012/03/18/le-manifeste-censure-de-camus_1669778_3212.html