domingo, 12 de julio de 2015

“Los cuatro mandamientos del periodista libre”


Por:Por: Albert Camus,
25 de noviembre de 1939 en el diario Soir républicain

 Tres meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial. el articulo fue censurado por las autoridades coloniales francesas. Este texto inédito fue recuperado, “exhumado”, por la periodista Macha Séry de los archivos de ultramar en Aix-en-Provence, Francia. A mediados de marzo del 2012 fue publicado por el diario francés Le Monde.
 Acontinuacion ko compartimos para los lectores de:


EL HUMANITARIO
PERIODISMO LIBRE E INDEPENDIENTE



Hoy día es difícil evocar la libertad de prensa sin ser tachado de extravagancia, acusado de Mata-Hari, sin verse culpado de ser el sobrino de Stalin.
Este articulo fue  publicado
el 
25 de noviembre de 1939 en el diario Soir républicain  Argel, en el que Albert Camus era redactor en jefe en esa época.
Sin embargo esta libertad no es más que una de las muchas caras de la libertad a secas, y comprenderemos nuestra obstinación por defenderla cuando nos demos cuenta de que no hay otra forma de ganar realmente la guerra.
Cierto, toda libertad tiene sus límites. Todavía falta que sean abiertamente reconocidos. Acerca de los obstáculos que son impuestos actualmente a la libertad de pensamiento, por cierto, hemos dicho todo lo que pudimos decir; y diremos todavía, a saciedad, todo lo que nos sea posible decir. En particular, nunca nos sorprenderemos lo suficiente una vez impuesto el principio de censura, que la reproducción de textos publicados en Francia y autorizados por los censores metropolitanos sea prohibida en el Soir républicain, por ejemplo. Respecto a esto, el hecho de que un periódico dependa del humor o la capacidad de un hombre demuestra mejor que nada el grado de inconciencia al que hemos llegado.
Uno de los buenos preceptos de una filosofía digna de ese nombre es el de jamás regodearse en lamentaciones inútiles frente a un estado de las cosas que ya no puede más ser evitado. La cuestión en Francia hoy ya no es saber cómo preservar la libertad de prensa. Sino buscar cómo, frente a la supresión de esa libertad, un periodista puede permanecer libre. El problema no interesa más a la colectividad. Concierne al individuo.
Y justamente lo que nos gustaría definir aquí son las condiciones y los medios por los cuales, en el seno mismo de la guerra y sus ataduras, la libertad puede ser no solamente preservada sino incluso manifestada. Tales medios son cuatro: la lucidez, el rechazo, la ironía y la obstinación. La lucidez supone la resistencia al adiestramiento del odio y al culto de la fatalidad. Dentro del mundo de nuestra experiencia, está claro que todo puede ser evitado. La guerra misma, que es un fenómeno humano, puede ser en todo momento evitada o detenida por medios humanos. Es suficiente conocer la historia de la política europea de los últimos años para estar convencidos que la guerra, cualquiera que ésta sea, tiene causas evidentes. Esta visión clara de las cosas excluye al odio ciego y la desesperanza que deja hacer. Un periodista libre, en 1939, no desespera y lucha por lo que cree verdadero como si sus acciones pudieran influir sobre el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda incitar al odio o provocar la desesperanza. Todo ello está en su poder.


Una prensa libre puede ser buena o mala,
pero sin libertad la prensa no sera otra cosa más que mala.
Albert Camus ( 1913 -1960)
Frente a la marea ascendente de la estupidez, es igualmente necesario oponer algunos rechazos. Todos los obstáculos del mundo no harán que una mente suficientemente limpia acepte ser deshonesta. Así, y por poco que conozcamos el mecanismo de la información, es fácil verificar la autenticidad de una noticia. Es en esto que un periodista libre debe poner toda su atención. Porque, si no puede decir todo aquello que piensa, le es posible no decir lo que no piensa o lo que cree falso.  Y es así como un periódico libre se modera tanto en lo que dice como en lo que calla. Esta libertad completamente negativa es, por mucho, la más importante de todas, si sabemos mantenerla. Porque por medio de ella se prepara el avenimiento de la verdadera libertad. En consecuencia, un periódico independiente revela sus fuentes, ayuda al público a evaluarlas, repudia la manipulación, suprime la calumnia, mitiga por medio de comentarios la homogeneización de la información y, en breve, sirve a la verdad en la medida humana de sus fuerzas. Esta medida, por relativa que sea, le permite al menos rechazar lo que ninguna fuerza en el mundo podría hacerle aceptar: servir a la mentira.
Así llegamos a la ironía. Pongamos que en principio un espíritu que tiene el gusto y los medios de imponer la censura es inmune a la ironía. No vemos a Hitler, por tomar un ejemplo entre otros, utilizando la ironía socrática. Eso es porque la ironía persiste como un arma sin precedentes contra los más poderosos. Ella complementa al rechazo en el sentido de que permite no solo refutar lo que es falso sino con frecuencia decir lo que es verdad. Un periodista libre, en 1939, no se hace demasiadas ilusiones sobre la inteligencia de aquellos que lo oprimen. Es pesimista en lo que respecta al hombre. Una verdad enunciada en tono dogmático es censurada nueve de diez veces. La misma verdad dicha complacientemente sólo cinco de diez. Esta disposición dibuja con exactitud suficiente las posibilidades de la inteligencia humana. De la misma manera explica que periódicos franceses como Le Merle o Le Canard enchaîné  pudieran publicar regularmente los valientes artículos que conocemos. Un periodista libre, en 1939, es necesariamente irónico, aunque sea a menudo a su pesar. Pero la verdad y la libertad son amantes exigentes ya que tienen pocos adoradores.
Es evidente que esta actitud del espíritu brevemente definida no sabrá sostenerse eficazmente sin un mínimo de obstinación. Muchos obstáculos son impuestos a la libertad de expresión. Y no son los más severos que puedan desmotivar el espíritu. Porque las amenazas, el veto, las persecuciones en Francia generalmente obtienen el efecto contrario al que se proponen. Pero hace falta acordar que hay obstáculos desalentadores: la constancia en la necedad, la apatía organizada, la ignorancia agresiva, por sólo mencionar algunos.  Ahí está el gran obstáculo a superar. La obstinación es aquí virtud cardinal. Por una paradoja curiosa pero evidente, ella se pone entonces al servicio de la objetividad y la tolerancia.
He aquí un conjunto de reglas para preservar la libertad hasta en el seno de la esclavitud. ¿Y luego?, diríamos. ¿Después qué? No nos apresuremos. Si solamente cada francés quisiera mantener dentro de sus intereses todo lo que cree verdadero y justo, si quisiera ayudar con su humilde contribución al mantenimiento de la libertad, resistir el abandono y dar a conocer su voluntad, entonces y solo entonces esta guerra sería ganada en el sentido más amplio de la palabra.

Sí, es a su pesar que un espíritu libre de este siglo da a conocer su ironía. ¿Qué hay de placentero en este mundo en llamas? Sin embargo la virtud del hombre es mantenerse de pie frente a todo lo que lo niega. Nadie quiere repetir dentro de 25 años la doble experiencia de 1914 y 1939. Por lo tanto hace falta probar un método totalmente novedoso como la justicia y la generosidad. Pero éstas sólo se expresan en los corazones de antemano libres y en las mentes clarividentes. Formar esos corazones y esas mentes, despertarlos, mejor dicho, es la labor a la vez modesta y ambiciosa que corresponde al hombre independiente. Solo falta llevarla a cabo sin mirar más al pasado. La historia dará o no cuenta de estos esfuerzos. Pero habrán sido hechos.

Tomado de:

Traducción: Carlos Rodríguez
http://www.lemonde.fr/afrique/article/2012/03/18/le-manifeste-censure-de-camus_1669778_3212.html