Por. Editson Romero Angulo
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Racionamiento en Cundinamarca: 24 horas sin agua
El lunes 10 de marzo, Cazucá y Soacha fueron los primeros en la lista. A las 8:00 a. m., el servicio se cortó puntualmente. En las tiendas, la venta de agua embotellada se disparó; los comerciantes, con miradas de resignación, comentaban que esto ya no era una novedad. "Nos toca adaptarnos", decía Marta, dueña de una miscelánea en Soacha. "Antes vendía una garrafa de cinco litros al día, ahora vendo cinco en una mañana".
El jueves 13, Funza, Madrid y Mosquera sintieron la sequía programada. En el mercado central de Mosquera, un carnicero se quejaba: "Sin agua, la limpieza se complica. Tocó comprar más hielo para mantener la carne". A pesar de todo, la esperanza flotaba en el aire. "Dicen que las lluvias han llenado los embalses. Ojalá abril nos traiga buenas noticias".
El viernes 14, La Calera y Arboretto se sumaron al apagón hídrico. En la montaña, las cisternas de las casas rurales se convirtieron en tesoros. "Yo recojo agua de lluvia", contaba Juan, un campesino que llenaba cubetas con la poca precipitación de la noche anterior. "No sé si será suficiente, pero algo es algo".
El sábado 15, la crisis llegó a Chía, Cajicá, Cogua, Sopó, Tocancipá y Gachancipá. En los condominios de Chía, algunos residentes miraban con desdén las noticias, mientras que en el casco urbano de Cajicá, las filas en los carrotanques eran largas. "El agua llega, pero no es suficiente para todos", comentaba una madre con un balde en cada mano.