Por.
Mg Edgar Barrero Cuellar
Director Cátedra Libre Martín-Baró
Secretario General Ulapsi
(Tomado http://www.catedralibremartinbaro.org/pdfs/LIMITES_AL_CONCEPTO_DE_SALUD_MENTAL.pdf )
En un reciente artículo del
periódico El País, la psicóloga clínica Gloria Hurtado, asevera de forma
categórica que el ex presidente
Álvaro Uribe es un enfermo mental por la forma como ha
manipulado y utilizado a dos
mujeres para sus fines personales. Así escribe esta investigadora
colombiana de forma valiente:
“Considero a Álvaro Uribe un hombre enfermo mentalmente, con
un comportamiento patológico: el
narcisismo es una enfermedad y él es un individuo que se
considera ‘dios’ indispensable,
mesiánico y siempre acertado. Un narciso es un seductor, un
vampiro afectivo, totalmente
encantador, “nunca pierde” y es capaz de cualquier accionar con tal
de salirse con la suya. ¿Por qué
dos mujeres como María del Pilar Hurtado y Yidis Medina ‘caen’ en
su telaraña? ¿Qué tienen en
común?”.1
Hay mucho de cierto en estas
palabras desde una perspectiva eminentemente psicológica. Pero
¿qué sucede si a esta visión
psicologista le agregamos una mirada política? Veamos:
1. Algunos ejemplos históricos de
personas consideradas como enfermas mentales por
los mismos síntomas que la autora
del artículo coloca en la personalidad de Álvaro
Uribe, tienen una característica
común: su ligazón con el poder autoritario,
ultraconservador y potencialmente
generador de terror a gran escala. Es cierto que
en ellos es prominente ese rasgo
narcisista que los lleva a un afán desenfrenado de
protagonismo a cualquier costo.
Pero también es cierto que tienen perfecta
conciencia de clase del daño que
quieren hacer, contra quienes lo quieren hacer y de
que formas lo quieren hacer. Está
comprobado que dicha plena conciencia de su
actuar está ligada a poderosos
intereses económicos internacionales.
2. De hecho se sabe que
organismos como la CIA realizan cuidadosos estudios
psicológicos para elegir a sus
aliados en distintas esferas de la vida política de los
países que están siendo saqueados
por los EEUU. Justamente, una de las
características que más buscan
son personas con este tipo de inclinaciones
narcisistas que no tienen ningún
reparo en utilizar cínicamente a otros seres
humanos, tal como ha sucedido con
las dos mujeres que menciona la autora del
CÁTEDRALIBREMARTÍN-BARÓ
Por una psicología con compromiso
social
Artículo. No cabe duda que Álvaro
Uribe es un excelente prototipo en este caso.
Pero no podemos reducir el
problema de este oscuro personaje a una enfermedad mental.
3. Entre otras cosas, porque al
llamar loco o enfermo mental a alguien que está siendo
investigado por una horrenda
masacre como la del Aro2 , es otorgarle un favor desde
la psicología en su defensa. En
cambio, sí habría que utilizar el saber psicológico
para develar las razones que se
esconden detrás del personaje o la máscara de este
señor dedicado cien por ciento a
generar el odio, la intransigencia y las violencias al
interior del pueblo colombiano y
fuera de él como ocurre con sus constantes ataques
al pueblo venezolano.
4. Hoy en día se encuentran
personajes que de verdad se creen dioses salvadores y
hasta ahora no se les acusa de
enfermos mentales. Invaden países, masacran
millones de seres humanos,
destruyen culturas milenarias e inoculan todo tipo de
venenos mediante una perversa
combinación de guerra biológica y operaciones de
tortura psicológica. ¿Son
enfermos mentales? No. Todo lo hacen mediante una
cuidadosa planeación,
financiación, ejecución y ocultamiento meticuloso de la
verdad. Son agentes letales de un
sistema mundo capitalista con plena conciencia
del sufrimiento que causan
diariamente a millones de seres humanos.
5. Uribe es uno de ellos. Un
agente letal y contaminante con la misión de generar
climas masivos de zozobra, miedo
y terror en la América Latina. Por ello ataca sin
pudor el proceso de paz y
defiende cínicamente a delincuentes de todos los tamaños.
Los mismos que un día tuvo en su
gabinete de gobierno.
6. Quizás la diferencia se podría
encontrar en el hecho de que un enfermo mental
tiende a perder la noción de
realidad y un agente letal tiene perfectamente claro lo
que quiere hacer y contra quien
lo quiere hacer.
7. Un agente letal es hábil con
la palabra, la seducción y el chantaje emocional. Tiene
razón la autora cuando menciona
que Uribe es un <<vampiro afectivo y un
encantador>>. Pero estas
habilidades propias de la guerra psicológica son utilizadas
con todo el mundo y no sólo con
estas dos mujeres como lo son María del Pilar
Hurtado y Yidis Medina contra la
cual se ensaño impunemente.
8. Es muy peligroso para una
sociedad patologizar y psicologizar comportamientos
políticos como la intención de
hacer daño a otros seres humanos mediante la
planeación detallada de
estrategias como la celada premeditada y la utilización de
los organismos del Estado para
violar la intimidad sagrada de las personas o para
engañar a millones de seres
humanos haciéndoles creer que su gobierno estaba
ganando la guerra contra la
guerrilla, cuando lo cierto es que fabricaba
desmovilizaciones a gran escala
(léase Cacique Gaitana) o asesinaba miles de
2 CÁTEDRALIBREMARTÍN-BARÓ
Por una psicología con compromiso
social
jóvenes de sectores populares
para hacerlos pasar por guerrilleros muertos en
combate.
9. Si bien es cierto que estos
personajes pueden llegar a tener características propias de
las llamadas enfermedades
mentales, no se puede confundir con los usos políticos,
ideológicos, psicológicos y
militares que ellos hacen del poder para seducir y
someter a grupos considerables de
seres humanos y llevarlos hasta la muerte misma
mediante su manipulación mental y
espiritual.
10. Ni Uribe es un enfermo mental
ni sus cómplices que han sido descubiertos hasta
ahora son retrasados mentales. Al
contrario, lo que allí se configura es una
lamentable escena de micro
fascismos criollos combinados con los valores propios
de las mafias nacionalistas que
han hecho carrera en la vida política del país. Por
eso entre ellos es normal fugarse
de la justicia, traicionar a sus mejores amigos,
acusar a inocentes, enlodar a
figuras políticas contradictorias y sobre todo exitosas
éticamente; y si es el caso,
ordenar distintas formas de tortura psicológica y material
contra todo aquello que se cruce
en su camino.